Qué ha hecho por la cultura en su primer mes como ministro ?



A él nadie puede decirle que otra cosa es con guitarra. Si algo ha tenido es escenario: actor de televisión, cine y teatro; gestor cultural, productor. Conoce los pros y contras del Fondart, la Ley de Donaciones. Antes de que le colgaran el famoso pendrive, ya tenía el suyo lleno. Con el terremoto se le fue dando vuelta…. pero temporalmente.

Pidió que la entrevista fuera a la hora de almuerzo y en un lugar cerca del Centro Cultural Gabriela Mistral (ex Diego Portales), próximo a inaugurarse. Quería que las fotos se hicieran ahí. ¿Y cómo no? Va a ser una de las tres maravillas de Santiago.

—¿Qué ha hecho por la cultura en su primer mes como ministro? —le preguntamos mientras mira el menú para ordenar.
—El terremoto cambió todo lo que teníamos planeado. Hemos tratado de coordinarnos para lo urgente con las distintas instituciones que tienen que ver con la cultura: la Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos (Dibam) y el Consejo de Monumentos Nacionales (CMN), que pertenecen al Ministerio de Educación. Si no, estaría pensando en otros horizontes.
Se refiere a los anuncios que había hecho después de ser nombrado ministro, producto de sus largas reflexiones en Tantauco. Incluían duplicar los recursos destinados a los fondos concursables de cultura (cuyo presupuesto alcanza 19 mil millones de pesos) y hacer un seguimiento del impacto que tienen en el público. Otro de sus proyectos centrales es introducir cambios en la controvertida Ley Valdés, para incrementar la participación de los privados en el financiamiento de la cultura, considerando el aporte directo de personas naturales. Y ya en el plano internacional, darle visibilidad a las creaciones artísticas chilenas mediante una ofensiva en un programa de largo plazo.
Cuando salimos a la calle nos encontramos a boca de jarro con un grupo de estudiantes que enloquecieron apenas lo divisaron. Las que no disparaban fotos con los celulares, le gritaban desde bombón hasta minostro.
Y claro, porque debía ser minostro, perdón, ministro de Cultura, pero no lo es. Su cargo verdadero es Ministro Presidente del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes (CNCA) y eso seguirá siendo mientras la ley para poner a la Dibam y al CNM bajo un Ministerio de Cultura siga en el limbo legislativo.

SE NOTA QUE SE TOMA LA VIDA EN SERIO.
Cuando Canal 13 lo fichó como actor del área dramática, Luciano tocaba en una banda (en un pub) y estudiaba Derecho. Pero si la actuación iba a ser lo suyo, le faltaban estudios. Después de planearlo por años y trabajar hasta ganarse el respeto de sus pares, partió por un semestre a Nueva York, pero no a cualquier escuela, sino al Instituto Lee Strasberg, el que alguna vez fuera la cuna de los grandes actores de cine norteamericanos. Los entendidos dicen que era mejor como villano que como comediante. Buena suerte tuvo en el cine detrás y delante de la cámara (Dos hermanos, un guión de Alberto Fuguet). Obseso y apasionado, después le vino la idea de gestionar películas independientes a bajo costo. Y todo eso sin nombrar aún a Lastarria 90, la sala que formó con el actor Felipe Braun y el ingeniero Juan Carlos Salfate, que se ha convertido en la vitrina de las compañías de teatro emergentes, a las que facilita un espacio gratuitamente para que experimenten. Y no paga Moya. Pagan Minera Escondida, la empresa privada y Fondart. Los resultados, dice él, están a la vista para quienes critican que nunca se sabe qué ha pasado con los fondos otorgados, cosa que a él le produce suma indignación. Y como lo ha repetido, mientras sea ministro, esta plata no se va a destinar para nada diferente.

Igual de tajante fue cuando le preguntamos por la gestión de su antecesora, la también actriz Paulina Urrutia. Aseguró que de su boca no saldrá una palabra contra ella: la Contraloría se encargará de determinar si se cometieron irregularidades. Ni preguntarle por la discusión que ha generado el traspaso de los mil millones de pesos desde la Presidencia a Santiago a Mil-Bicentenario, porque esa asignación no paso por el Consejo de la Cultura. Se hizo de La Moneda a la Fundación Fitam (Festival Internacional Teatro a Mil).

Si hablamos de familia, hay que decir que ésta se divide en dos. El núcleo de hierro actoral, formado por Felipe Braun, Gloria Münchmeyer, Tomás Vidiella y el director Alejandro Castillo. Y en primerísimo lugar, claro, su mujer, la gestora cultural Javiera García-Huidobro Aninat, más los tres Cruz-Cokitos (conocidos como los niños con el nombre más largo de Chile) que verán a su padre dentro de cuatro años, Tatán mediante…
Familia a la que hay que agregar también varios ilustres: nuestro ministro de Cultura es sobrino de Marta Cruz-Coke, ex directora de la Dibam, y sobrino nieto del doctor Eduardo Cruz-Coke, candidato presidencial del Partido Conservador en 1946. Famoso por su apodo El iluminado, la revista Topaze solía ilustrarlo con una vela en la cabeza.

—¿Cómo debiera estar estructurado el Ministerio de Cultura ideal?
—Visto desde una perspectiva de futuro, debiera tener dos subsecretarías importantes: una de Cultura que perfectamente podría operar como lo hace hoy porque no funciona mal. Simplemente hay que hacerle ajustes. Esta tendría a su cargo los fondos concursables, la promoción, difusión y el acceso a bienes culturales. La otra tendría que ver con el patrimonio y aunar los esfuerzos de la Dibam y del Consejo de Monumentos Nacionales. Esa sería la forma más lógica de operar.
“Nosotros estamos muy castigados en términos de sueldos. Más aún la Dibam y todavía más el CMN. Tengo rango de ministro y no obstante ser el peor pagado, no me puedo quejar porque con respecto al resto de mis colegas el diferencial es bastante pequeño. Pero la escala de remuneraciones de ahí para abajo no es comparable respecto de otras carteras. Con los grupos Tantauco trabajamos más de un año y muchos de esos profesionales que llamé se fueron a otros ministerios por razones de sueldo. La cultura es mirada como el hermano pobre, pero es bien útil en las campañas. Aunque se habla mucho de que hemos avanzado y, efectivamente, se han dado pasos”.

—¿Piñera ha considerado la posibilidad de transformar el Consejo en Ministerio?
—Se conversó en su momento. Y si bien hoy es un poco absurdo plantearlo —la emergencia exige concentrar los esfuerzos en la reconstrucción—, nosotros sí tenemos que hacer reformas institucionales inevitables, porque se están produciendo costosas duplicaciones de roles. Por ejemplo, existen el Plan de Fomento al Lector, el Plan Libro. Se repiten los mismos proyectos en diferentes carteras. Actualmente los esfuerzos para racionalizar estas actividades operan sobre la base de las personas. Si yo me llevo mal con algunos de los interlocutores nada funciona e históricamente ha sucedido así. Todos estos roces que se producen al haber competencias similares, se solucionarían con una institucionalidad mejor organizada.
Fuentes y más fuentes nos dicen que su consejera más cercana a la hora de delinear las primeras tareas ha sido Drina Rendic, conocedora en profundidad del Consejo de la Cultura, en su calidad de miembro del directorio desde sus inicios.

—Cuando llegó a la actuación le dijeron que había entrado por la ventana. ¿Le podrían decir lo mismo ahora respecto al ministerio?
—Sí, pero esos mismos después terminaron tocándome la puerta para pedirme el teatro (Lastarria 90). Ahora ha pasado una cosa muy curiosa: la recepción que he tenido por parte de los artistas ha sido muy buena. Tal vez porque por ser ellos de izquierda se imaginaban lo peor. Que iba a venir qué sé yo… una especie de Stassi cultural. He tenido una buena acogida tanto de mis pares como de la gente del cine, del libro, de los artistas plásticos con los que me relaciono mucho.

—Y con quienes lo unen, además, nexos familiares. De paso, le liquidó a su suegra, la galerista Isabel Aninat, la posibilidad de ser la sucesora de Milan Ivelic en el Museo de Bellas Artes…
—¿Dices que ya no tiene posibilidades? Eso no depende de mí, sino de la Dibam.

—Ahora correría con ventaja Justo Pastor Mellado, el otro supuesto candidato.
—En ese caso también podría estar inhabilitado porque es muy amigo mío y está trabajando en varios proyectos conmigo.

—Pero no es familia.
—El hecho concreto es que de momento estamos en luna de miel con los artistas, pero si nosotros no damos muestra de que estamos tratando de buscar mecanismos para avanzar, hasta ahí llegamos. Y yo me voy a preocupar de responder a esa generosidad por parte de ellos. Así como me debo al gobierno, los artistas son mis compañeros de ruta. Son las personas con las que he trabajado durante quince años. Con las que levanté mi teatro, escribí guiones, actué en televisión, con las que me juntaba a conversar, iba a exposiciones. Son mi gente. Ellos perciben en mí una proveniencia similar a la de ellos y a eso también hay que responder.

—¿Qué experiencia cree que lo preparó mejor para este rol: su capacidad como actor o su desempeño como gestor cultural en Lastarria 90?
—Más la última que la primera, pero la primera de todas maneras sí. En este Consejo hay que ser muy persuasivo. Una de mis labores permanentes es estar convenciendo y seduciendo para que se le dé a la cultura la categoría que se merece.

—¿Cree usted que el Presidente debió hacer los nombramientos en TVN una vez que la situación de Chilevisión estuviera clara?


—El no puede dejar de resolver cosas que son parte de sus responsabilidades, como la toma de decisiones respecto del canal público. No vulneró la ley y las consultas jurídicas han dado sustento razonable tanto a la legalidad de los nombramientos como a la del traspaso de sus bienes a la fundación (que asumiría Chilevisión). Suponer que en un asunto de esta visibilidad pública el Presidente puede realmente obtener algún beneficio es poco razonable desde el punto de vista político. Aquí hay dos factores: uno, es una persona de gran patrimonio, no un caso corriente, y dos, ha ocurrido un terremoto que ha retrasado todas las decisiones y no tengo dudas de que, tal como sucedió con el resto de sus empresas, se desligará de ella. Por tanto, a una situación doblemente extraordinaria como ésta, no se le puede aplicar un estándar de normalidad corriente. Sea generosa y déle un respiro de tiempo.

—Acostumbrado al ambiente ultrarrelajado de los artistas, ¿no se sentía gallo en corral ajeno rodeado de tantos doctores y masters de Harvard y Chicago? 
—No tengo un master en Harvard pero sí un magíster en la Chile que es bastante bueno. Hay un prejuicio con los artistas, que en realidad somos muy trabajadores, sacamos adelante proyectos con mucho esfuerzo.

—¿Sería partidario de que, por razones de eficiencia, el Consejo funcionara en la capital?
—Estoy tres o cuatro días en Valparaíso, lo que significa mucho tiempo en auto y eso te hace perder eficiencia y competitividad. Y si quiero contratar un profesional, además de que el sueldo no es bueno, tengo que exigirle que él y su familia se vayan a vivir a Valparaíso. Considero que si bien la intención de descentralizar el país es loable, en términos prácticos hace más difícil el trabajo. Ahora, si el día de mañana tuviéramos un ministerio, éste debería estar en Santiago y el Consejo de la Cultura, como subsecretaría, mantenerse en Valparaíso.

—¿Se iría a vivir al Puerto con Javiera y los niños? Dicen que Paulina Urrutia residía allá de lunes a jueves… 
—No, voy a vivir en Santiago y tener un pied -à-terre (vivienda de paso) allá. Paulina tenía el mismo sistema. No hay que olvidarse que la mayoría de las reuniones y las decisiones se toman aquí.

—¿Cómo son sus noches con una guagua de veinte días llorando en la casa y Piñera exigiendo en La Moneda?
—A saltos.
Enemigo de las confesiones, cuando dijo que llegaba a la casa en calidad de saco y se despertaba como resorte… sentimos que estábamos frente a una confesión mayor .